K'tara regresó a la choza al anochecer, con la brisa marina aún enredada en sus trenzas y el sonido de las olas rompiendo a lo lejos. El calor del día comenzaba a disiparse, y el frescor del aire nocturno traía consigo un ligero escalofrío que la envolvía. Ko'hara, agotada después de un día lleno de aventuras en la playa, ya descansaba plácidamente en su hamaca, abrazada a su peluche favorito. La pequeña roncaba suavemente, perdida en sueños infantiles, mientras K'tara la cubría con una manta ligera.
Sin embargo, su mente no descansaba. El peso de las dudas que había sentido durante su paseo con Ko'hara no la abandonaba. Las preguntas, los miedos, todo seguía allí, latente, como una sombra al acecho. Jazahn estaba allí, en la parte trasera de la choza, ocupándose de uno de sus rituales de preparación de hierbas y tótems. Su rostro estaba iluminado por la tenue luz de una antorcha que parpadeaba junto a él, acentuando las sombras en sus facciones. Era una figura tranquila, serena, pero K'tara lo conocía demasiado bien como para no notar el ligero peso en su postura, la tensión en sus hombros.
Se acercó, respirando hondo, recordándose que debía ser directa, como siempre lo había sido. No podía permitir que las dudas se enconaran más entre ellos. Había sido entrenada para enfrentar cualquier desafío, cualquier adversidad, y esta conversación no iba a ser diferente.
—Jazahn —llamó su nombre suavemente, pero con firmeza, atrayendo su atención.
Él levantó la mirada de los amuletos que estaba arreglando, sorprendido por el tono de su voz. Dejó a un lado las hierbas y el tótem con delicadeza, percibiendo que lo que sea que K'tara tenía que decir era importante.
—¿Pasa algo? —preguntó, preocupado. Sabía que K'tara rara vez usaba ese tono sin un propósito claro.
K'tara se sentó frente a él, cruzando las piernas y apoyando las manos en su regazo. Los movimientos eran calculados, controlados, pero en su corazón latía la incertidumbre.
—Tenemos que hablar —comenzó, con una seriedad que hizo que el ambiente se tensara al instante—. Algo ha cambiado en ti, Jazahn. Lo siento en cada pequeño gesto, cada mirada que intentas evitar. Has estado distante, y quiero saber por qué.
Jazahn suspiró, bajando la mirada. Sabía que este momento llegaría, pero había estado postergándolo, esperando, tal vez, que el tiempo aclarara sus propios sentimientos antes de tener que enfrentarlos. Pero no podía mentirle a K'tara. Ella era demasiado perceptiva para eso, incluso sin vista, y merecía una verdad clara.
—Tienes razón —admitió él, con la voz grave y tranquila—. He estado distante. No por ti, K'tara, sino porque he estado luchando con algo que no sabía cómo decirte. Algo que me ha estado rondando la mente desde hace tiempo.
K'tara frunció el ceño, aunque al escuchar sus palabras sintió un alivio sutil al saber que lo que sospechaba no era lo peor. Sin embargo, aún necesitaba saber qué lo estaba agobiando.
—¿Qué es, entonces? —le preguntó, impaciente por obtener respuestas.
Jazahn tomó aire, visiblemente nervioso, algo inusual en él. K'tara podía sentir la tensión en el aire, el peso de lo que estaba a punto de compartir. Sus pensamientos se arremolinaban mientras buscaba las palabras adecuadas.
—He estado pensando en el ritual de unión —soltó finalmente, sin rodeos.
K'tara se quedó en silencio, procesando lo que acababa de decir. No era algo que esperaba escuchar, pero la sorpresa no era del todo negativa. El ritual de unión era algo sagrado entre los trols, una promesa de vida y muerte, de lealtad eterna. Lo que lo hacía aún más sorprendente es que Jazahn, el médico brujo siempre tan libre, fuera quien lo propusiera. Nunca había sido un trol que abrazara las ataduras de ningún tipo, y menos una tan fuerte como esa.
—¿La unión? —repitió, su voz más suave ahora, cargada de curiosidad.
—Sí —respondió él, mirándola a los ojos, aunque sabía que ella no podía devolverle la mirada—. He estado pensándolo mucho desde que he visto a Ko'hara crecer… y ahora que estás esperando otro cachorro, me encuentro haciéndome preguntas que nunca creí que me haría. He vivido mucho tiempo de manera libre, sin ataduras, siempre yendo donde el viento me llevaba. Nunca pensé que desearía algo más… pero contigo, K'tara, las cosas son diferentes.
Se interrumpió por un momento, como si las palabras fueran difíciles de pronunciar.
—Mi padre —continuó—, estuvo unido a la cazadora de sombras Tiramizú. Cuando ella desapareció, él vivió con el temor constante de que los Loas lo reclamarían en cualquier momento, que sería castigado por esa pérdida. Yo vi cómo ese miedo lo consumió, cómo vivía esperando una muerte inminente. Y eso me ha hecho dudar. Me ha hecho preguntarme si quiero correr ese riesgo contigo, porque temo lo que pueda ocurrir si algo sale mal.
K'tara lo escuchó en silencio, comprendiendo la profundidad de sus dudas. El miedo que él sentía no era hacia ella, sino hacia las consecuencias de una promesa tan poderosa y peligrosa. Sabía bien lo que implicaba una unión de sangre, y también comprendía las reservas de Jazahn. Era un ritual que, una vez hecho, rara vez podía deshacerse.
—Entiendo tus dudas, Jazahn —dijo ella con calma, aunque su corazón latía más rápido al escuchar las palabras que nunca pensó que oiría de él—. También sé lo que significa una unión. Es un compromiso que va más allá de esta vida, y comprendo tu temor. Pero yo… yo no tengo dudas. Si tú eres el trol con quien quiero estar, no hay otra opción para mí. Pero también sé que si no estás completamente seguro, no debemos hacerlo.
Él la miró, conmovido por la claridad y la seguridad en sus palabras. Esa era una de las cosas que más admiraba de K'tara: su capacidad para ver las cosas como eran, sin vacilaciones. No había espacio para el miedo en ella, al menos no en ese aspecto. Y aunque la incertidumbre seguía pesando sobre él, también sentía el profundo amor que lo unía a ella. La vida que habían construido juntos, los cachorros que habían traído al mundo, todo eso era más de lo que había esperado alguna vez.
—No sé si alguna vez dejaré de tener miedo —dijo Jazahn, con sinceridad—, pero sé una cosa, K'tara: eres la única trol que me ha hecho pensar en una vida que no sea solo mía. La única que me ha hecho desear más. Y aunque el ritual me asusta, el miedo de perderte me asusta aún más.
K'tara sonrió, una sonrisa pequeña pero llena de significado.
—Entonces ya has tomado una decisión, Jazahn —susurró ella.
Él la miró, y en ese momento, supo que no había vuelta atrás. A pesar de los miedos, a pesar de los riesgos, estaba listo para dar ese paso. Tomó la mano de K'tara entre las suyas, sintiendo el pulso firme y constante de la vida en ella.
—Haremos el ritual de unión —dijo, su voz baja pero decidida—. Y lo haremos porque sé que no hay nadie más con quien quiera compartir mi vida, ni en esta ni en ninguna otra.
K'tara asintió lentamente, una extraña calma llenándola. Los dos sabían lo que esto significaba, lo que implicaba, pero también sabían que estaban listos.