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Reencuentro en Nazmir

 Nazmir seguía pareciendo relativamente apaciguado en comparación a lo ocurrido años antes, había todo tipo de peligros tras cada árbol, charca lodosa o edificio en ruinas pero la cantidad de trols de sangre era mucho menor. Jazahn llegó junto a Ko'hara a un puesto de la Horda, donde pudo prepararse para internarse en el pantano. Sabía donde tenía que ir, lo cual normalmente haría con facilidad, pero el hecho de proteger a la pequeña era su mayor prioridad.

 

 Pese a todos estos obstáculos por fin llegó a ver la cueva buscada, avivando el paso hasta llegar a ella. Ko'hara estaba dormida pero al llegar allí se despertó al instante. Jazahn sabía que K'tara habría notado su presencia desde antes de acercarse tanto, eso no impidió que diese varios pisotones en el suelo a un ritmo específico para que ella lo reconociese.

 

 - No tardará en aparecer tu madre - le decía bajito a la cachorra mientras esta intentaba jugar con sus colmillos agarrándolos - de hecho creo que... En ese momento la trol emergió de la cueva. Solo de verla ya le apareció una sonrisa bien amplia al trol, a la vez que se puso algo nervioso.

 

 - H-hey - por sus adentros se estaba insultando a si mismo, es la hembra que más le ha interesado en su vida y con la única que no controla como habla.

 

 K'tara estaba acostumbrada a Nazmir, no la conocía tanto como Tuercespina, pero si comenzaba a interiorizar aquel lugar. Sus sonidos y su temperatura, sus silencios y sus secretos. Desde su cueva, situada en la montaña más alta de la zona, era capaz de saber que ocurría incluso antes de que pasara. Lo sentía en la roca, lo olía en el aire y, cuando todo eso fallaba, los hijos de Hir'eek se lo susurraban.

 

 Por todo ello, cuando notó la primera pisada extraña cerca de su hogar, todos sus sentidos se dispararon alertas. Cogió con fuerza su bastón, siempre situado a su derecha y se agachó hasta palpar con la mano libre el suelo de roca. Pisadas no tan lejanas pero que, poco a poco, se hacían más y más familiares. Sin poder evitarlo, una sonrisa afloró en los labios de la trol. Se puso en pie de un salto y caminó a paso acelerado hasta notar los rayos del sol tocar su rostro. No necesitaba la vista para reconocer a Jazahn, apenas unos pasos alejado de ella.

 

 - ...Hey. - Respondió la trol, con una sonrisa enorme, ignorando al parecer la otra presencia, demasiado pequeña para percibirla entre tanta emoción.

 

 El trol la miró de arriba a abajo, comprobando si se la veía en buen estado superficialmente. Con un par de zancadas rápidas alcanzó a K'tara y la alzó en brazos, con cuidado de no apretujar a Ko'hara, la cual lejos de asustarse parecía animada tocando a su madre con las manitas. Tras dar un par de vueltas con ella alzada en brazos la apoyó de nuevo en el suelo junto a un pequeño beso y juntar la frente a la suya.

 

 - Me alegra mucho estar contigo de nuevo... nos alegra mejor dicho - Suelta a K'tara para dejarle vía libre con la niña, por si quiere cogerla.

 

 K'tara rie al ser levantada pero su sonrisa desaparece pronto cuando se da cuenta de la presencia de la cachorra.

 

 - Yo... ¿Es...? - K'tara acerca una mano lentamente al rostro de su hija. - Ko'hara. Susurra su nombre como si le diera miedo y se queda paralizada hasta que la cachorra toma su mano entre las suyas, haciendo un pequeño sonido feliz. K'tara sonríe finalmente y se acerca para tomarla en brazos con cuidado.

 

 - Pesa. - Dice riéndose flojito. - Bastante más que cuando se marchó, eso es bueno. Las lágrimas que intenta no derramar comienzan a ser muy obvias en sus ojos. Jazahn la ayuda a tomarla en brazos mientras retira el amarre que la sostiene Se le dibuja una sonrisa de colmillo a colmillo al ver como K'tara sujeta a la niña, le parece la imagen más entrañable que ha visto en muchísimo tiempo.

 

 - Y tanto que la es, cumplo lo que prometo, no te quedarías sin ver a nuestra hija - Le revuelve el pelo a Ko'hara mientras pasa un brazo por la cintura de K'tara, mirando a ambas - Desde luego apetito no le falta, no tengo claro si eso lo ha sacado de mi o de ti - bromea y le da un pequeño toque con la cabeza a K'tara. Al ver sus lágrimas se las retira con el dedo, notando alegría y tristeza en ese momento.

 

 - ¿Quieres que entremos en la cueva para ponernos al día? Me gustaría saber si has podido comer bien, si algo te ha estado dando problemas por aquí, si necesitas algún cambio en la cueva y pueda ayudarte, si.... - empieza a hablar rápido enumerando cosas.

 

 K'tara comienza a andar hacia el interior de la cueva pero para en seco de pronto, girando su mirada perdida hacia el cielo en silencio. Pasados unos segundos, parece satisfecha con lo que sea que estuviera haciendo y vuelve a sonreir, retomando su camino.

 

 - He estado bien, no tienes por qué preocuparte. - Sonríe hacia el cachorro. - Soy difícil de matar a pesar de todo. - K'tara deja con cuidado al cachorro sobre sus pieles para dormir, palpando primero con la mano para asegurarse de que era el sitio correcto, a pesar de haberlo recorrido cientos de veces ya.

 

 - Tienes que contarme cosas de ellas, Jaz. - K'tara juega con los pies de Ko'hara, sacando pequeñas risas de la pequeña. - Si es feliz, si la aceptan aunque jamás vaya a saber cual es el color de cielo… - La voz de K'tara se va apagando con la preocupación hasta tornarse en silencio. Cuando ella termina de hablar Jazahn la toma de la mano y la lleva a sentarte en el lugar más cercano a la cachorra para que siga llegando a ella. Él se coloca a su lado, tomándola por la barbilla con suavidad, de manera que sus caras están alineadas.

 

 - K'tara, tu hija es muy querida por la tribu. No le faltan ningún tipo de atención o cuidado, está alimentada estupendamente y va a crecer rodeada por más trols de su edad. El hecho de que no pueda ver no va a ser ningún tipo de discriminación. - sonríe a K'tara y le da un beso suave en los labios - Y su padre la quiere locamente, la cuida estupendamente. - Echa un vistazo a Ko'hara, viendo cómo está riendo por estar junto a su madre, a la cual ha reconocido desde el primer momento.

 

 - Ya se que eres difícil de matar, y también sabes que eso no hará que deje de preocuparme, y no es por dudar de tus facultades si no por lo peligroso que puede ser este lugar - le acaricia la barbilla antes de soltarla. La trol parece un poco sorprendida por el afecto físico pero se recompone rápidamente y sonríe.

 

 - Este lugar ES peligroso, Jaz, pero cada día menos. - K'tara palpa con fuerza a su cachorro. - Está grande, bien bien. Grande como su padre, eso es bueno. - Gira el rostro hacia Jazahn (aunque le mira el hombro y no la cara) y alza las manos hasta llegar a su rostro, acariciándolo despacio y concentrada. - No tienes barba, eso también es bueno, es áspera para mis manos. ¿A los demás les gusta? ¿Te ven bien?

 

 Al ver que le gusta notarle sin barba se muestra más contento, pasa sus manos por las de ella cuando lo hace.

 

 - Y con tus labores aquí cada vez lo será menos, de eso no tengo ninguna duda, la prole de Hir'ekk podrá recuperar aquí su terreno - dice con tono firme, convencido de sus palabras - Seguramente crecerá bastante, creo que se va a llevar parte de mi tamaño, mientras que su cara cada vez tiene más forma y veo más a su madre en ella.

 

 La nota preocuparse por él, estaría abrazándola como nunca lo ha hecho pero se contiene, intenta no mostrar todo y no asustarla.

 

 - Ha tenido buena aceptación que me quitase la barba, probé a dejármela y no dio un buen resultado, y mejor así un lugar menos del que poder sacarme alguien pelo para hacer algún vudú. Además el que no te gustase mi barba habría hecho que me la quitase antes, tenía que ser un incordio encontrártela en medio - Comprueba que ella lleva bien sus pinturas - ¿Has tenido que usar mucho tu máscara?

 

 K'tara se rie ligeramente y se encoge de hombros. - Ni me gusta ni no me gusta, pero es verdad que era áspera. De todas formas te la podrías haber dejado, quizá es lo que le gusta a las hembras de tu tribu o quizá los machos te tengan en mayor estima…

 

 K'tara se estira para subir las manos hasta el pelo de Jazahn, rodeándole ligeramente y lo peina con los dedos para ver cómo de largo es, con mucho cuidado de no hacerle daño. - Tu pelo sigue siendo cada vez más largo, es muy suave. ¿Sigue siendo naranja? Como la fruta y los amaneceres y como... - Para a pensar, visiblemente frustrada por no acordarse.- Bueno, da igual. Y sí, la máscara la uso cada vez que salgo, todo es más difícil sin ella.

 

 Niega con la cabeza, lo cual notaría ella con las manos, quitándole hierro al asunto de la barba.

 

 - Si había alguien que prefiriese verme con barba ni me he enterado, y si es así no me importa. Además de vez en cuando se entrometía cuando estaba haciendo prácticas con el caldero, al hacerse larga y no poder apartarla como la melena era bastante... engorroso. - Cuando ella lleva las manos a su pelo él las toma entre las suyas - Y cada vez lo será más, al igual que sigue siendo naranja si - echa un poco de su pelo sobre ella para que la recubra - Y tan cuidado como siempre, a Ko'hara le ha gustado tanto como a su madre, le encanta jugar con él.

 

 Tras decir eso mira a la niña, sonriente junto a un sonido de gracia al verla, se nota que está muy contento de tenerla.

 

 - Mientras puedas descansar lo suficiente de su uso para que no llegue a hacer más mal que bien - dice mientras le acaricia la cara - ¿Se ha notado mucho por aquí mi ausencia? ¿Quizás una trol me... - traga un momento saliva - ...me ha echado en falta entre sus brazos?

 

 Al oír eso K'tara levanta una ceja divertida. Ha viajado lo suficiente con el trol como para conocer parte de su registro amoroso y, tras conocerle más a fondo, estaba segura de que solo le había contado la mitad o menos. K'tara se levanta despacio, a sabiendas de que el trol no aparta la mirada de ella, no necesita la vista para notarlo. Camina a tientas hacia la hoguera que reina el centro de la cueva y pone con cuidado a calentar una olla que huele a hierbas.

 

 - ¿Me preguntas si te echo de menos Jazahn? - Sonríe de lado con expresión traviesa pero su tono parece ligero, como restándole importancia. - A veces. Sobre todo cuando no llego a los sitios altos.

 

 El trol no pierde detalle de sus movimientos, cerrando los ojos cuando el olor a hierbas inunda sus fosas nasales. Se acerca a la hoguera mientras echa un vistazo a cada detalle de la cueva, imaginándose a K'tara en su día a día allí. Se ríe con el último comentario de la trol y alza un brazo hasta tocar el techo con la palma.

 

 - Ahora me pongo a hacerte de pilar en la cueva - bromea y aparta la mano, acercándose de nuevo a ella. Se acomoda lo posible quitándose equipaje del viaje, dejándolo apoyado donde le parece una superficie en la que no vaya a molestar y haciendo ruido de más, asegurándose de que ella lo escuche para que sepa que está ahí - Con tus cartas pensaba que sería algunas veces más, ¿Te llegó bien el juguete que te mandé de Ko'hara? Se me ocurrió esa idea y pesaba lo suficientemente poco para que lo pudiese cargar nuestro pequeño mensajero.

 

 K'tara se da la vuelta hacia Jazahn y aunque su mirada está perdida, concentra toda su atención en el trol.

 

 - Claro que lo tengo. Gracias por mandarlo, me... me da fuerzas cuando creo que no las tengo. - Gira su rostro levemente y su sonrisa parece desaparecer por un momento.

 

 Con cuidado coge dos vasos de madera cercanos al caldero y vierte sobre ellos lo que parece té, extendiendo un vaso hacia Jazahn para que sea el trol quien se acerque y lo tome.

 

 - La cueva se siente pequeña contigo dentro. - No necesita la vista para darse cuenta, sus sentidos están prácticamente ocupados en su totalidad por el trol. El sonido, el olor y la sensación de protección se le hacen familiares y los recuerdos de su viaje con Jazahn comienzan a agolparse a gran velocidad en su mente hasta hacerla sentirse mareada. K'tara nota como sus ojos comienzan a humedecerse y aunque intenta hablar para romper el silencio que se ha creado entre ellos, su voz parece haberse atascado en su garganta.

 

 Al ver la bebida se acerca hasta ella para cogerlo, mirando oliéndolo un poco antes de beberlo, dejando que el aroma de esta le inunde por dentro en ambos sentidos. Sonríe ante el comentario de ella.

 

- Por eso no suelo estar normalmente en sitios tan cerrados, y si tengo que estar en uno que sea por una buena razón, como ahora - Se percata de que se hace un silencio mientras la nota algo distante. Pasa un dedo bajo la barbilla de K'tara, acariciándola mientras se queda más cerca de ella - Por difíciles que se hagan los días no dejarás de tener mis visitas, cuenta con ello. Al igual de que si llega el día en el que esté todo solucionado por aquí me encargaré de que podamos ir a cualquier parte, seguro que te gustaría ver de nuevo algún lugar o conocer la isla.

 

 El trol da otro trago a la bebida con la mano que tiene libre y apoya el vaso, pasando el brazo tras la cadera de ella sin dejar de acariciarla. Le da un beso en la frente, ya que por la diferencia de altura es lo que más cerca tiene a su alcance, mostrándose cariñoso con ella.

 

El calor de la hoguera iluminaba sus cuerpos mientras las sombras danzaban a su alrededor, y los sonidos del exterior parecían desvanecerse, dejando solo el suave crepitar del fuego y las respiraciones entrecortadas.

 

 El calor del fuego, mezclado con la cercanía de sus cuerpos, creó una atmósfera íntima y envolvente. K’tara, con una sonrisa suave, levantó la cabeza ligeramente, inclinándola hacia Jazahn. Sus manos, siempre tan seguras y ágiles, se deslizaron lentamente desde su pecho hasta su cuello, sintiendo el pulso firme del trol bajo la piel. Jazahn la observaba con una mezcla de admiración y deseo, sus ojos reflejando la luz del fuego mientras sus manos recorrían la cintura de K'tara con más firmeza.

 

 Ella inclinó su rostro hacia él, siguiendo la línea de su mandíbula con los dedos antes de posarlos en sus labios. El toque era suave, casi inquisitivo, pero lleno de intención. Jazahn tomó esa señal y, con una delicadeza inusitada para su tamaño, acercó su rostro al de K’tara, atrapando sus labios en un beso lento pero cargado de emociones. K’tara respondió al beso con la misma intensidad, permitiendo que sus manos se enredaran en el pelo de Jazahn, sintiendo la suavidad de sus trenzas mientras el beso se profundizaba.

 

 Los grandes dedos de Jazahn comenzaron a deslizarse por la espalda de K’tara, recorriendo cada curva con una familiaridad que sólo el tiempo y el deseo podrían haber forjado. A medida que sus manos bajaban, notó cómo el cuerpo de ella respondía, arqueándose ligeramente hacia él, como si quisiera reducir cualquier distancia que aún quedara entre ambos. Sus respiraciones se volvieron más profundas, entrecortadas,  mientras la intensidad del momento crecía.

 

 K’tara se movió más cerca, ajustando su posición sobre las pieles para que sus cuerpos pudieran alinearse mejor. La cueva, antes fría y sombría, parecía ahora envolverse en el calor de sus cuerpos, el fuego ardiendo a su lado en armonía con la pasión que comenzaba a encenderse entre ellos. Jazahn deslizó una mano por la parte baja de la espalda de K’tara, acercándola aún más, mientras su otra mano acariciaba con ternura el rostro de ella, manteniéndola cerca para no romper el contacto visual.

 

 K’tara, por su parte, dejó que sus manos exploraran el pecho de Jazahn, sintiendo la fuerza de sus músculos bajo la piel, la calidez que irradiaba su cuerpo. Con una suave presión, lo empujó ligeramente hacia atrás, haciendo que el trol se recostara sobre las pieles. Se acomodó sobre él, sus labios encontrándose de nuevo en un beso apasionado mientras sus cuerpos se entrelazaban en una danza íntima, sus movimientos sincronizados por la familiaridad y el deseo.

 

 El tiempo pareció detenerse mientras sus caricias se volvían más intensas, sus respiraciones se mezclaban en el aire denso de la cueva, y el sonido del crepitar del fuego marcaba un ritmo suave y constante. K’tara, con un suspiro apenas audible, dejó que sus manos guiaran las de Jazahn, llevando su tacto a lugares que sabía que él conocía bien, lugares donde las sensaciones se intensificaban, donde el placer comenzaba a dominar.

 

 Jazahn respondió a cada gesto, cada susurro, con una ternura que desmentía su tamaño y fuerza. La cueva, ahora testigo de su unión, se llenó de un calor que provenía no solo del fuego, sino de la conexión profunda y casi palpable entre ambos. Se movían juntos como si fueran uno, conociendo cada rincón del cuerpo del otro, explorando y redescubriendo esos lugares que tanto placer les otorgaban.

 

 El clímax llegó de manera natural, sus cuerpos alcanzando un punto en el que todo pensamiento desapareció, dejando solo las sensaciones. Finalmente, cuando ambos quedaron sin aliento, se dejaron caer sobre las pieles, entrelazados, con la respiración pesada y los corazones latiendo al unísono.

 

 Después de compartir un momento de intimidad y de conexión, K'tara y Jazahn se quedaron en silencio, simplemente disfrutando de la presencia del otro. La cueva, aunque pequeña, se sentía cálida y segura con la suave respiración de Ko'hara acompañando el sonido del crepitar del fuego. El aroma a hierbas y la sensación de cercanía entre ellos creaban un ambiente de calma, como si todo el peligro que acechaba en Nazmir estuviera a kilómetros de distancia.

 

 K'tara se recostó en las pieles, sintiendo el latido de su corazón lentamente volver a la normalidad, mientras Jazahn se quedaba a su lado, acariciando su rostro con ternura. El cansancio del viaje y las emociones del reencuentro se mezclaban, dejando a ambos en un estado de tranquilidad. El trol, consciente de la seguridad que sentía al estar con ella, cerró los ojos por un momento, disfrutando del sonido de la respiración tranquila de K'tara y el suave calor que ella irradiaba.

 

 Sin embargo, esa paz fue efímera. Jazahn abrió los ojos de repente, una inquietud súbita en su pecho. Algo no estaba bien. Se incorporó, observando el entorno con ojos entrecerrados, buscando lo que fuera que había interrumpido su tranquilidad. K'tara, sensible a los cambios en su entorno, también notó la alteración en el ambiente y se incorporó, alarmada.

 

- Ko'hara… - susurró K'tara, extendiendo una mano hacia el lugar donde había dejado a la pequeña.

 

 Pero no sintió nada. Sus dedos no encontraron la piel suave de su hija, ni el calor de su pequeño cuerpo. Un frío helado recorrió su espina dorsal mientras sus manos buscaban frenéticamente a su alrededor, palpando el suelo y las pieles en busca de Ko'hara. Jazahn, con el corazón acelerado, se levantó de un salto, su mirada buscando desesperadamente en cada rincón de la cueva.

 

- ¡Ko'hara! - exclamó con urgencia, su voz llena de pánico mientras se lanzaba hacia la entrada de la cueva, esperando encontrar a la pequeña cerca.

 

 Pero no había rastro de ella. El espacio que había sido tan seguro y reconfortante hacía apenas unos momentos, ahora se sentía amenazante y vacío. K'tara se levantó, su mente trabajando frenéticamente, intentando recordar cualquier señal que hubiera pasado por alto, cualquier indicio de peligro. Pero no había sentido nada, ni una alteración en el aire, ni un susurro de advertencia de los loas.

 

 La trol, casi temblando, se colocó su máscara. Los olores y sonidos de la cueva se intensificaron de inmediato, pero no había ni rastro de Ko'hara. Era como si la pequeña hubiera desaparecido sin dejar rastro, arrancada de su lado sin que ninguno de ellos lo hubiera notado.

 

 Jazahn, con la respiración agitada, regresó al interior de la cueva. Sus ojos se encontraron con los de K'tara, ambos llenos de desesperación y miedo. Sin decir una palabra, se entendieron. Ko'hara había sido secuestrada, y quien lo hubiera hecho, era lo suficientemente astuto como para evitar ser detectado por dos de los trols más cautelosos y experimentados de Nazmir.

 

- Debemos encontrarla… - dijo Jazahn, su voz firme pero llena de angustia.

 

 K'tara asintió, sintiendo cómo su corazón se endurecía ante la perspectiva de lo que tenían que hacer. No dejarían piedra sin mover, no descansarían hasta encontrar a su hija.

 

 El tiempo pareció congelarse mientras K'tara y Jazahn se preparaban para la búsqueda. K’tara con la máscara, sintiendo cómo sus sentidos se agudizaban al instante podía percibir la más mínima vibración en el aire, y cada aroma se volvía más nítido, como si la selva misma le estuviera proporcionando las pistas que necesitaba. Jazahn, con una expresión decidida, tomó sus armas y la determinación en su pecho se fortaleció.

 

 Salieron de la cueva en silencio, sabiendo que cada segundo contaba. El cielo de Nazmir estaba teñido de un gris profundo, como si incluso los loas lamentaran la desaparición de la pequeña Ko’hara. K'tara lideraba el camino, siguiendo una intuición que no era meramente suya, sino una guía espiritual de los loas, especialmente de Hir'eek, cuya conexión con ella era más fuerte que nunca. Sus sentidos dirigían sus pasos con precisión, alejándola de las trampas naturales del pantano y llevándola más cerca de su objetivo.

 

 Jazahn se mantenía a su lado, su mirada afilada escaneando cada rincón, cada sombra que podría esconder un peligro o una pista. No hablaban, no hacía falta. Ambos estaban en sintonía, unidos por el propósito común de rescatar a su hija.

 

 Sus pisadas apenas levantaban ruido en el suelo lodoso, y cada sombra parecía cobrar vida en la bruma de Nazmir. A medida que se adentraban más, K'tara sintió la presencia de algo oscuro y antiguo, una energía que perturbaba el equilibrio natural del lugar. Se detuvo en seco, levantando una mano para que Jazahn también parara. Concentró todos sus sentidos, permitiendo que la máscara hiciera su trabajo. A través de ella, pudo sentir la vibración débil pero inconfundible de Ko’hara, como un hilo tenue de energía que resonaba en la distancia.

 

- Por aquí - susurró K'tara, apenas audible, pero Jazahn la escuchó perfectamente. Siguieron adelante, moviéndose con una mezcla de cautela y urgencia.

 

 Finalmente, llegaron a un claro en el pantano donde la vegetación era extrañamente densa, casi como si estuviera intentando proteger algo. K'tara sintió el pulso de la energía de su hija más fuerte aquí. Jazahn notó rastros en el suelo, huellas que parecían llevar a una cabaña oculta entre los árboles. Estaba hecha de madera y huesos, decorada con fetiches oscuros que sugerían prácticas de vudú de sangre.

 

- Aquí es - murmuró Jazahn, apretando los puños. Sabía que cualquier movimiento en falso podría poner en peligro a Ko’hara.

 

 Se acercaron con sigilo, manteniendo sus pasos ligeros mientras K'tara extendía sus sentidos hacia el interior de la cabaña. Podía sentir la energía de Ko’hara, debilitada pero todavía presente, lo que significaba que estaba viva. Jazahn asintió a K’tara, y juntos idearon un plan rápido.

 

 K'tara cerró los ojos un momento y, con una oración silenciosa a Hir'eek, pidió su bendición y guía. La sombra de un murciélago gigantesco se proyectó sobre ellos un segundo, llenando a K’tara con la fuerza y agudeza del loa. Con la destreza de un cazador, se deslizó hacia la cabaña, sus pies apenas rozando el suelo. Jazahn siguió de cerca, sus armas y tótems listos, su mente enfocada en el rescate.

 

 Al llegar a la entrada, K’tara levantó la mano, señalando a Jazahn que aguardara. Jazahn asintió al ver el motivo e hizo una oración silenciosa mientras tomaba con firmeza el tótem de Shango. Lanzó una pequeña distracción a un lado de la cabaña. Un fuerte crujido y un murmullo de voces espectrales resonaron en el aire. Dentro, los guardias de la cabaña, trols de sangre, se movieron inquietos, apartándose de la puerta.

 

Aprovechando la distracción, K'tara y Jazahn irrumpieron en la cabaña en un movimiento fluido. La escena ante ellos era escalofriante: Ko’hara estaba atada a un altar improvisado, rodeada de símbolos oscuros y objetos rituales que vibraban con energía maligna. Una trol de sangre, evidentemente la líder, estaba inclinada sobre la niña, murmurando palabras antiguas y poderosas.

 

 Jazahn no dudó. Con la velocidad de un relámpago, arrojó una pequeña bolsa llena de polvos vudú a la trol líder, desorientándola. K’tara aprovechó la confusión y se lanzó hacia adelante, despachando a los guardias en total sigilo con precisión mortal antes de que se diesen cuenta de lo que estaba ocurriendo.

 

 K’tara corrió hacia Ko’hara, desatando las cuerdas que la mantenían sujeta. Al tocarla, sintió el latido débil de su corazón, pero también notó que la energía vital de su hija estaba volviendo lentamente, liberada del maleficio que los trols de sangre intentaban imponerle. Jazahn, tras rematar a la trol con saña, se acercó y levantó a Ko’hara en sus brazos, notando con alivio que comenzaba a moverse y a balbucear débilmente.

 

- Lo logramos - dijo K'tara, con la voz temblorosa pero firme. Acarició la frente de su hija, dejando que la calidez de su toque la tranquilizara. Ko’hara, aunque débil, reconoció el olor de su madre, por lo que se aferró a ella con fuerza.

 

 Sin perder más tiempo, salieron de la cabaña, el pantano a su alrededor parecía respirar de nuevo con normalidad, como si la oscuridad que lo había perturbado se estuviera disipando. Volvieron a la cueva tan rápido como pudieron, con Ko’hara acurrucada entre ellos. Cada paso que daban alejaba más a su hija del peligro.

 

 Finalmente, llegaron a la seguridad de la cueva. K'tara y Jazahn, agotados pero aliviados, se aseguraron de que Ko’hara estuviera cómoda, envuelta en pieles cálidas mientras recuperaba sus fuerzas. K'tara no soltaba la mano de su hija, manteniéndose a su lado todo el tiempo, mientras Jazahn aseguraba la zona con tótems protectores, los cuales le avisarían de cualquier movimiento que se acercase.

 

 Mientras la niña dormía, K'tara se permitió, por primera vez, respirar profundamente. Su mirada se cruzó con la de Jazahn, y en ese silencio compartido, se dieron cuenta de lo mucho que habían arriesgado, pero también de lo mucho que habían ganado. Ko’hara estaba a salvo. Y juntos, enfrentaron y vencieron a los horrores de Nazmir.