JustPaste.it

Vocea Lumi

Cada fibra de cada músculo de mi cuerpo se tensó al ver cómo se erguía titánica frente a una Hare con los ojos llenos de lágrimas y una boca temblorosa que no podría gritar de nuevo, tanto por no tener las fuerzas para hacerlo como por que la mantícora tampoco le daría esa oportunidad. Ya Hare estaba al alcance de sus garras, las cuales en ese instante se encontraban en el punto más alto de una parábola cuyo destino no era otro que su cabeza. Era indudable, el destino de mi tan estimada amiga sería el de morir ahí mismo frente a mis ojos si yo no hacía algo para evitarlo.

 

La respuesta era clara, mi determinación sería la misma sin importar que mi contrincante fuese un paladín, una mantícora o hasta el mismísimo rey demonio, por es apreté la empuñadura de mi espada como nunca antes lo había hecho y de inmediato me catapulté a través del espacio que nos separaba, con el chasquido de mis pies sobre el asfalto haciendo las de pistoletazo de salida en la carrera contra las fauces de aquel monstruo.

 

Todo de mí lo había dado para ese momento, mi legado, mi esfuerzo y mi corazón y mi cuerpo eran algo que desde hace mucho había sacrificado para lograr eso, para salvar a quienes estuviesen en peligro, pero incluso ese "todo” parecía no ser suficiente. El péndulo de la muerte bajaba más rápido de lo que mis piernas podrían ser y no había tiempo para nada más que el desespero, por eso reuní la poca fuerza que me quedaba y la fuerza que ni siquiera tenía y salté hacia ellos, intentando así conseguir por lo menos entrometerme en su camino y llevarme lo peor, total mi vida era algo que aún me faltaba por dar.

 

Lo único que pude hacer mientras cruzaba el aire en mi vuelo kamikaze fue cerrar los ojos, cosa que, aunque en ese momento no lo supiera, me demostró dos cosas, primero que sin importar el entrenamiento o las armas y la magia, al final del día era un ser vivo como cualquier otro y mi cuerpo iba a actuar como tal, y segundo que eso que dicen que al morir ves tu vida pasar frente a tus ojos es una mentira, pues lo único que pasó por mi mente fue el rostro de Hare y la idea de lo que estaba por ocurrirme, pero ese golpe nunca llegó.

 

Durante un segundo pensé que había muerto y no lo había notado, porque estaba seguro de que había llegado al lugar justo donde estaba Hare y que mi maniobra no había fallado, pero después de eso, el sonido del viento silbando por encima de mi rostro hizo que abriera, tanto de manera figurativa como literal, mis ojos y me diera cuenta de que la mantícora no me había atacado porque estaba ocupada, cubriendo su rostro y su cuerpo de la ráfaga de haces de luz que venía volando desde detrás de mí como los disparos de una torreta.

 

Ante aquel asalto la mantícora se tambaleó lo suficiente como para que cogiera a Hare por el brazo y la jalara lo más lejos que pudiera de la bestia, la cual fue diana del embate mágico durante unos cuantos segundos más hasta que por fin se detuvo, y cuando lo hizo, fue que pude notar que la intervención salvadora no había venido de Jules, no, había venido de Alain.

 

El ex-paladín se encontraba de pie del otro lado de la apertura en la pared, de su mano izquierda brotaba otro haz de luz blanquecina y muy brillante, el cual medía casi lo mismo que él y tenía una forma característica de arco de guerra. De una manera casi automática hizo entonces brotar de su otra mano haces más pequeños, similares a los que había disparado antes, y usando el arco los lanzó hacia la carretera justo por debajo del edificio, formando al impacto un círculo mágico como de tres metros de diámetro hacia el cual Alain, tras haber cogido a Gale por la parte de atrás de su cinturón, terminaría saltando.

 

Con semejante preparativo hecho pensé que su aterrizaje sería algo más grácil, pero el suelo igual tembló y se quebró bajo sus pies cuando estos hicieron contacto contra él. Y no solo era eso, ya que la cara de agonía que puso Alain al momento de que su cuerpo absorbiera el impacto dejaba claro que por ninguna parte había sido una hazaña fácil.

 

—Hare, Juuchi ¿Están ambos bien? —Nos preguntó tras recomponerse y dejar a Gare a un lado.

—Si, por poco —Respondí

—¿Y dónde diablos está Jules?

—A-allá —Dijo Hare mientras apuntaba a una pared destrozada del otro lado de la calle  —Esa… Cosa… Le dio un golpe y lo estrelló contra aquel edificio.

Casi como si supiese lo que decía, la mantícora arremetió de nuevo contra Hare, y tal como antes, Alain interrumpió su avance con sus flechas, mientras que nosotros de nuevo nos alejábamos de su alcance. 

—Hay que ir a la camioneta y pedir refuerzos —Exclamé hacia Alain mientras que este seguía disparando contra el monstruo.

—No podemos con esa cosa en el medio —Respondió Gale, quien tenía tomada del brazo a su hermana y buscaba cómo pudiese el ponerla detrás de Alain.

—Pueden si la entretenemos —Agregó Alain — Ve y llévate a Hare.

 

No hizo falta ninguna otra explicación para que ambos gemelos zarparan, moviéndose por un costado para alejarse lo más posible de nosotros y rodear así a la mantícora, que ahora tenía puesta toda su atención sobre quien le hubiese quitado su cena y que comenzó otra embestida más en su contra, a lo que Alain respondió por una tercera vez con su ráfaga de lúminas blancas. 

 

Los proyectiles llegaron a su objetivo, pero esta vez la mantícora no quiso ser más un simple blanco de tiro y se cubrió con varios de sus brazos mientras que seguía avanzando, claramente dispuesta a no seguir aguantando nuestras molestias.

 

—Ok Juichi, es tu turno. —Dijo, tras empujarme entre él y la mantícora.

—¿Eh?

—Tu eres quien pelea cuerpo a cuerpo, no yo —Respondió, esta vez dando unos saltos hacia atrás para alejarse.

—¿¡Estás loco!?

—¿Qué esperabas cuando dije que la entretendríamos?

—No sé, que usaras tus poderes de paladín para volarla en mil pedazos.

—Eso intente, y no funcionó.

—¡AHHHGGG! —Grité mientras me hacía de mi katana y me volvía con fuerza hacia la mantícora.

 

Para ese punto ella ya estaba por encima de mí y con su gran envergadura cortaba prácticamente cualquier ruta de escape que pudiera tener. Fue entonces que vi por cuenta propia cómo es que eran esas bestias cuando hacían de las suyas, como sus fauces bien abiertas que dejaban ver filas y filas de dientes a través de las cuales fluían los hilos de saliva y sus ojos que antes solo había visto de un seco y nublado color, ahora miraban brillantes directo a donde yo estaba y las púas colgando de su abdomen se sacudían poco a poco como antesala al movimiento de una extremidad que ya se encontraba lista para lanzar otro de sus golpes devastadores. 

 

Detenerle con mi espada era algo que simplemente no pasaría, pues mis brazos no eran en lo absoluto rivales para los suyos, pero aun así tampoco estaba por completo a su merced, ya que mi fuerza al menos alcanzaba para desviar sus ataques lo suficiente como para que no dieran a mi rostro.

 

Aun así, tras cada choque la vibración del metal se transportaba directo a mi cuerpo, calando hasta los huesos y llenando mis tímpanos al punto de que nada más se escuchaba, fuesen los gruñidos de la bestia o el silbar del viento tras los proyectiles de Alain, los cuales justo pasaban medio metro por encima de mi cabeza para detener el remate de la mantícora. 

 

Aprovechando que estaba cubriéndose de Alain, intenté cortar una de sus patas con la esperanza de que eso le frenara un poco, pero incluso poniendo toda mi fuerza en el golpe lo único que conseguí fue levantarla del suelo y rasguñarla un poco, eso además de vibrar como un saco lleno de abejas otra vez. 

 

Aunque el ataque hubiese sido inútil, igual hice uso del pequeño espacio que quedó libre para salir lo más posible de entre las patas de la mantícora, ya de ahí el siguiente paso era sacarle ventaja a lo ágil de mis piernas para evitar así que ese monstruo pudiera darme alcance. Incluso diciendo eso la diferencia de velocidad en realidad no era tan grande, y aunque el fuego de cubierta de Alain le estorbaba bastante, igual sólo décimas de segundo diferenciaban la posición de mi cuerpo en el espacio con la de los impactos de sus garras.

 

Cada uno de sus ataques era como una tirada de gatillo en una ruleta rusa, y no solo por lo posible que era para cualquiera de ellos el matarme, sino también porque tarde o temprano alguno iba a ser la cámara cargada al final del barril que sin duda lo haría. Es que no podría seguirle el paso para toda la vida (que era como se sentía la espera por el paladín) aunque quisiera, siendo esa una bestia come hombres que aumentaba su velocidad a medida que lo hacía su furia y yo un rechazo de paladín que veía cómo su margen de error iba volviendo cada vez más pequeño. 

 

Lo que ocurrió entonces podría ser considerado un sacrificio de sangre o una mera coincidencia según lo dramático que uno fuese, pues en ese momento Gale intervino en la escena con un grito para hacernos saber que venía a darnos una mano (y por extensión quitarme el revólver de la cien) con la mantícora, pero al hacerlo lo primero que logró fue que me distrajera lo suficiente como para que las garras que tanto había esquivado rasgaran la parte superior de mi hombro izquierdo.

 

No podía darme el lujo de perder tiempo entretenido con quejarme del dolor, así que solo apreté mis dientes y lo tragué como pude mientras de nuevo me ponía en guardia para repeler el posterior ataque de la bestia, el último que tendría que enfrentar solo.

 

—Oye Juuchi ¿Estás bien? —Preguntó Gale tras acercarse lo suficiente a mi lado como para que la mantícora le notara.

—Ese rasguño dolió como la mierda, pero estoy bien —Respondí —Milagro que no me ha ido peor.

 

En ese momento comenzó otro bombardeó de parte la mantícora, y con el aumento exponencial de blancos frente a ella se dividió para nosotros el número de patas que caían desde lo alto como meteoros, lo que a su vez hizo algo más fácil el poder prepararse para cada golpe y recuperar el pie luego de chocar con ellos. También fue entonces que Gale nos hizo saber la respuesta de parte del cuartel general, de que un paladín estaba en camino y que no tardaría más de unos minutos en llegar.

 

De seguir como íbamos, y de no cometer ningún error garrafal, la situación quedaría controlada por ese tiempo y quizás hasta más, pero la mantícora sería un fracaso como monstruo come hombres si solo jugara bajo nuestras reglas y se dejara acabar sin problemas, por eso de la nada torció su cuerpo y se aferró con fuerza sobre el suelo para dar impulso a un coletazo, uno que sin duda vino como sorpresa después de pasar minutos tras minutos esquivando sus zarpadas.

 

Su cola no era ni tan grande ni tan fuerte como para causarnos problemas, y por eso ambos pudimos parar fácilmente su golpe, yo con mi espada y Gale con el cuchillo que siempre llevaba encima, porque si, enfrentar a una mantícora solo con un cuchillo era el estilo de Gale. 

 

Luego del golpe aparentemente fallido, la bestia se plantó incluso con más fuerza sobre el suelo y usó su peso para empujarnos lejos de ella. Al final ni eso ni el aterrizaje eran suficiente para hacernos daño, al punto de que estuve cerca de preguntarle a Gale si en serio lo estaba intentando. Eso hasta que mi mente en un click me detuviera y humillara a mi mismo, tras entender que lo que la mantícora buscaba no era darnos un golpe mortal sino quitarnos del camino entre ella y quien más le molestaba; Alain.

 

Apenas aterrizamos la mantícora se abalanzó contra él, a lo que este respondió disparando ráfagas cada vez más rápidas y numerosas en su contra a ver si podía detenerle como antes, pero la mantícora cubrió su rostro y cuerpo con varias de sus patas para protegerse y siguió corriendo desbocada con las demás que le quedaban. “Mierda” pude escuchar que gritaba mientras daba la vuelta y corría hacia el edificio del que había salido antes, tras lo que a nosotros dos solo nos quedó hacer lo mismo a ver si les alcanzamos.

 

Alain siguió disparando mientras corría, poniendo toda su esperanza en que alguna flecha pudiera atravesar las pequeñas brechas que quedaban libres entre el escudo de la mantícora. Y no solo fue que eso no sucedería en lo absoluto, sino que incluso aunque lo hiciera ya de nada iba a servirle, pues esas flechas suyas jamás iban a poder detener o desviar a la mantícora ahora que su enorme cuerpo se había despegado del suelo de un salto y se encontraba casi que en caída libre hacia donde él estaba.

 

Escapatoria ya no había para Alain. La mantícora con sus patas extendidas a todo lo que daban podría golpearle de cualquier manera, así que en cambio se plantó en el suelo y tras desaparecer tanto el arco como sus flechas, levantó sus manos al aire para encararle. Al momento del impacto una luz comenzó a salir desde sus palmas y se interpuso entre él y la mantícora, creando así un muro translúcido que poco a poco fue creciendo a su alrededor hasta formar un domo entero. 

 

Tal constructo mágico logró ser suficiente como para detener la embestida de la mantícora, pero viendo cómo el golpe dejó a Alain tirado sobre sus rodillas quedaba claro que no era algo que le hubiese salido barato, ni mucho menos algo que pudiera repetir todas las veces que quisiera. Desafortunadamente eso es justo lo que necesitaba hacer, ya que la mantícora no detendría su arremetida, usando sus patas como mazas de guerra siguió golpeando una y otra vez el escudo de Alain, y cada que lo hacía tanto este como la tierra a su alrededor (y por supuesto el hombre que se hallaba entre ambos) temblaban como si de un terremoto se tratara.

En cualquier momento Alain colapsaría, con cada golpe la luz de su magia se iba haciendo más y más tenue, así que tocaba que Gale y yo, tras alcanzarles por fin, nos inventáramos alguna manera de sacarlo de ese predicamento, y una que lograra funcionar a la primera, ya que luego de recogerle seríamos demasiado vulnerables como para responder a los ataques de la mantícora.

 

—¡Gale! —Grité mientras corría hacia la bestia—Ve por el lado contrario al mío, y cuando tengas la oportunidad… ¡Encargate de Alain!

—¿¡Qué locura piensas hacer!?

—¡Solo hazme caso, Gale!

—¡Te matará, Juuchi!

—¡GALE!

—¡¡¡AHHH MIERDA!!! —Gritó con fuerza —¡De acuerdo!

 

Tras decir eso nos separamos tal como habíamos quedado, Gale fue por el lado izquierdo de la manticora y yo por el derecho. Cuando estuve suficientemente cerca tomé mi katana con una sola mano y procedí de un salto con mi plan, que era tan suicida como oportunista. La idea era, por su puesto, atacar a la manticora, pero el ataque debería ser uno que no se desperdiciara chocando contra la coraza que le protegía, por lo que mi blanco era ese tejido que mi espada podía atravesar y que se encontraba tan centrado en Alain que no podría defenderlo, sus ojos. 

 

Ese era uno de los dos “oportunismos” de mi plan, el otro era el que yo fuese quien lo llevara a cabo, ya que al hacerlo dejaba que Gale, quien era mucho más rápido en carrera, fuese quien tomara a Alain y lo alejara lo suficiente de allí como para que la mantícora le diera más prioridad a quien le había herido, a mí. Y esa, era la parte suicida.

 

Fue así y entonces que logré herir por primera vez a una mantícora, y no olvidaré jamás el horrible sentimiento que se transmitió de la espada a mi mano cuando esta atravesó lo blando de su ojo, que fue como si hubiese hecho estallar un globo lleno hasta el tope de pus con una aguja y que hizo, junto con el alarido ensordecedor de la mantícora, que soltara de inmediato el mango de la misma.

 

Mientras eso pasaba Gale gritó el nombre de Alain a todo pulmón para que este liberara su escudo, y tras hacerlo no tomó ni un segundo antes de que el gemelo se echara al ex paladín al hombro y saliera de ahí haciéndole honores a su nombre.

 

La mantícora comenzó entonces a retorcerse en el lugar, lo que significó para mí llevarme unas patadas de su parte que ya sin mi espada no sería capaz de detener, pero que debido a la situación tampoco serían letales. Como resultado terminé tirado en el suelo y obligado a arrastrarme en cuatro patas hacia donde no me alcanzara.

 

Hubiese querido echarme a correr entonces, pero cuando me disponía a hacerlo la mantícora arrancó la espada de su rostro y volteó hacia donde yo me encontraba. Sangre verde chorreaba de su ojo y luego volaba desde su rostro a la carretera en medida que la bestia gritaba y gruñía, más frenética e iracunda de lo que lo había hecho hasta ahora. 

 

“Bueno, al menos no salvé a uno sino a tres” pensé mientras que sus garras y sus fauces se acercaban a mi.

 

Curioso pensar que por segunda vez en una noche me tocaba esperar a la muerte cara a cara, pero a diferencia de la anterior esta vez no iba a cerrar los ojos, no quería darle ese gusto después de todo. Fue por eso también que pude ver con claridad cómo todas esas extremidades delante de mí eran cortadas por un haz de luz tan brillante como el sol mismo que solo significaba una cosa, la caballería por fin había llegado.