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[LISTAS DE CINE] - Todas las películas del Studio Ghibli (1984-2023)

 

Desde hace algunas décadas el anime ha podido disfrutarse fuera de Japón, y tanto ha sido su auge que la animación japonesa ha formado parte de los certámenes internacionales que premian lo mejor del cine. Hablamos del Studio Ghibli, uno de los estudios más reconocidos por sus buenas historias, pero especialmente por crear historias en un método tradicional de animación y es considerado con uno de los mejores estudios de animación actual, el cual nos ha traído hermosas películas reconocidas mundialmente por su historia, animación, colores, personajes y música.

El estudio también se dedica a distribuir películas y a desarrollar videojuegos, aunque su actividad principal es hacer largometrajes en su pequeña fábrica de magia. También realizan cortos que son proyectados en el Museo Ghibli, abierto en Tokio en 2001, lugar ansiado por visitar por parte de los más fanáticos de los estudios. A lo largo de su historia, el amor y respeto por la naturaleza, la familia, la amistad y la cultura japonesa han sido los temas clave y las moralejas derivadas de las películas de la marca Ghibli.

Todo lo que lleve el sello Ghibli saca una sonrisa de felicidad a pequeños y mayores que se paran a disfrutar de sus obras. Sus películas han sido la seña de identidad de los niños japoneses durante las últimas décadas, pero en occidente son en su mayoría los mayores los que esperan con ansia sus nuevas producciones. Pero quiero hacer un acercamiento a Studio Ghibli más allá de la figura de Miyazaki, dado qué otras figuras han participado en sus películas.

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Todas las películas del Studio Ghibli (1984-2023)  - 24 títulos -

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Última actualización: 31-01-2024




Aunque esta obra no fue producida por Ghibli, el propio estudio la considera de su catálogo. Lo hace porque fue la película que creó las alianzas y fijó los rasgos de estilo que formarían Ghibli, fundado un año después de la producción de la película. Basada en un manga del propio Miyazaki, la película nos sitúa en un impresionante mundo postapocalíptico donde los humanos viven duramente, asustados por insectos gigantes y esporas venenosas que acortan sus vidas. Nausicaä es la joven heroína que, a lomos de su deslizador, vive mil y una aventuras para salvar a su pueblo de la guerra y la destrucción. Y es que, aunque todo apunta a que el veneno y los insectos son el enemigo, ella sabe que la culpa de todo, como siempre, la tienen los humanos. Un relato de ciencia ficción ecologista, lleno de impresionantes escenas de acción y con un apartado visual espectacular para su época. Es la película fundacional de Ghibli, pero también una de sus obras maestras.




Cuesta destacar una película de Miyazaki sobre otras debido a que exhibe la excelencia como nivel habitual de calidad. Aquí vuelve, tras 'Nausicaä', a adaptar un manga del que él mismo es el autor. Por tanto, la obra es 100% Miyazaki. Batallas y piratas aéreos mediante, cuenta la historia de una chica que desciende del cielo. Ayudada por un joven huérfano enamorado al instante, emprenden una huida para encontrar Laputa (sí, no es un chiste), una especie de Atlantis voladora con la que la joven parece tener alguna conexión. Cuesta describir la perfección visual y las sensaciones tan desbordantes que imprimen cada una de las secuencias de acción de la película, ya sea por tierra o aire. Pero el culmen de una de las mejores obras de Miyazaki, el momento en que hace gala de su asombroso imaginario, es en cada espacio que llegamos a vislumbrar de la asombrosa Laputa. Un ciudad llena de secretos y espacios imaginativos, poblada de los robots más románticos, melancólicos y originales de la historia del cine.




¿Hablamos de la película de animación más triste de la historia? Takahata creo una película famosa por ser desoladora, pero no deberíamos olvidar todo lo que en ella hay además de dramatismo. ‘La tumba de las luciérnagas’ cuenta la desventura de dos huérfanos hambrientos en el Japón de la posguerra, y lo hace para mostrar la más arrebatadora belleza brillando, incluso en el momento más oscuro que uno puede imaginar. Takahata nunca fuerza el melodrama, ni la lágrima fácil que otros estarían tentados de perseguir. De forma sutil y paciente, aguarda el momento justo para construir su drama, un relato sobre la desolación que hay que ver sin miedo porque habla de oscuridad desde la más brillante muestra de amor.




Si hay una película que simbolice al Studio Ghibli es esta. Historia corta, sencilla, fluida y encantadora que cuenta la aventura de dos niñas acostumbrándose a su nuevo hogar mientras su madre está hospitalizada. De nuevo, nos encontramos con el paisaje rural como fuente de belleza y misterio, pero si hay algo que destaca de esta película es su diseño de dos personajes. Las niñas, que aún tienen la bendita capacidad infantil de creer en la magia, son capaces de ver e interactuar con Totoro, el rey del bosque. Las interacciones con la mítica criatura son fuente de gags tan impresionantes como el de la lluvia en la parada de autobús, todo un derroche de tempo cómico. Pero tampoco nos podemos olvidar del Gatobús, una criatura fascinante que nos recuerda al felino de 'Alicia en el País de las maravillas', adaptado como transporte público. Aunque podríamos nombrar varias en este grupo ‘Mi vecino Totoro’ es la mejor película infantil de Ghibli, en el mejor sentido de la palabra. Es fresca, sencilla y su dramatismo siempre guarda un toque divertido. Pero tranquilos, que si queremos buscar profundidad y grandes lecciones vitales en los ronquidos de Tororo, las encontraremos.




Como toda historia de Miyazaki, el paso a la maduración personal de una joven es el punto central de esta historia, por mucho que Nicky sea, como el título adelanta, una bruja. Adaptación del libro de Eiko Kadona, la historia nos lleva a un mundo donde cada pueblo tiene una bruja local. Una tradición que empieza a flojear debido a la falta de ellas. La protagonista, recién cumplidos los trece años, debe encontrar sola su población y hacer valer sus habilidades. El problema es que llega a una gran ciudad que se preocupa poco por magia. El talento de Nicky es volar por lo que pondrá un negocio de mensajería. Por el camino, Nicky descubrirá la pintura, el egoísmo infantil, la naturaleza y el asombro. Nosotros lo haremos de su lado en una de las películas más desenfadadas y apacibles de Miyazaki. Eso sí, hay un viaje en bici voladora y un clímax final que ya lo querría igual cualquier obra de acción actual.



Tras asombrar al mundo con la desgarradora ‘La tumba de las luciernagas’, el maestro Takahata prosiguió exhibiendo una inusual habilidad para mostrar los sentimientos de sus personajes de forma tan sutil como certera. La película transcurre en dos épocas, con la protagonista adolescente y adulta. En ambas, sin embargo, se encuentra la búsqueda de su propia identidad y será necesario el diálogo entre pasado y presenta para encontrarla. Taeko, tanto de pequeña como de adulta, es más feliz en el campo que en Tokio pero su estricta familia la ha criado de forma que no es capaz de perseguir su propia felicidad. Conforme avanzan sus vacaciones rurales y desarrolla un creciente afecto por un joven del pueblo, descubriremos las pequeñas cosas que marcaron su carácter y su vida. Pero aún está a tiempo de solucionarlo todo. Si quieres mostrar en una sola escena esa capacidad tan nipona de expresar sentimientos profundos de manera indirecta, aquí hay una buena muestra. Cuando Taeko recuerda su primer amor, un encuentro infantil le lleva a rememorar las primeras palabras que le dijo su tímido enamorado “¿Taeko, te gustan más los días de lluvia o de Sol?”, “De lluvia”, “A mí también”. Nada más que decir.




La producción de Ghibli está repleta de películas únicas pero ‘Porco Rosso’ es la más especial de todas. Muchos de sus pasajes siguen siendo un misterio años después y su complejidad hace que crezca con los visionados. Aquí el protagonista no es una joven sino un maduro piloto, algo amargado y machista, convertido en cerdo (sí, cuando los cerdos vuelen…) Estamos en la Italia fascista, pero Miyazaki nos lleva hasta un maravilloso mundo de pilotos de hidroaviones y piratas, que viven una distopía fuera de la ley sobre las aguas del Mar Adriático. Porco Rosso, que en realidad se llama Marco, guarda en su honesta dureza fuertes paralelismos con los héroes del noir de Humphrey Bogart o Robert Mitchum. Como ellos, es un romántico que se ha autocondenado, por principios, a vivir una vida peor de la que se merece. Con la historia de amor más triste y sutil de todo el universo Ghibli y un final que da para pensar y reposar toda una vida, ‘Porco Rosso’ es la película más madura de Miyazaki, la más crepuscular y melancólica. Además, tiene la mejor frase de todo la historia del cine animado. Por supuesto, hablamos de esa en la que el cerdo Porco Rosso rechaza unirse al ejército porque “Más vale ser un cerdo que ser un fascista”.




Quizás la peor película del estudio Ghibli es también el único largometraje que realizaron para televisión. Además de no alcanzar el grado técnico de enorme belleza a la que nos tienen acostumbrados las producciones cinematográficas del estudio, la película de Mochizuki acusa de una trama amorosa tan confusa como trillada, aunque suene contradictorio. Cuenta la convivencia de dos jóvenes que se pelean y discuten tanto como se gustan, sin confesárselo. El choque entre el campo y la ciudad y el paso a la madurez repiten como tema recurrente del estudio. El problema es que fallan los personajes, confusos, llenos de incoherencias sentimentales y, habitualmente, desesperantes.




Si Miyazaki realizó con ‘La princesa Mononoke’ su gran batalla "naturaleza vs humanidad", esta es la versión de Takahata. Y lo cierto es que es, a la vez, mucho más realista y también increíblemente disparatada. Los mapaches japoneses, cuentan las leyendas, son capaces de transformarse para engañar a los que se adentran en los bosques. Con esa premisa, y también la de sus enormes escrotos (sí, con dos grandes bolsas testiculares se les representa popularmente), Takahata nos narra la lucha de la secreta sociedad mapache por proteger su bosque de la construcción de una Tokio en constante crecimiento. Para ello, dominarán el arte de la transformación sin más límite que la creatividad de la animación del estudio. Los mapaches se convertirán en todo tipo de elementos, desde otros animales a fantasmas gigantes, sin olvidar a los seres humanos, para conseguir su objetivo. Al contrario que Miyazaki, cuyas obras son muy similares entre sí, Takahata sorprende buscando nuevos tonos, géneros e imaginarios visuales en cada película que emprende. ‘Pompoko’ y sus mapaches transformistas quizás formen la película más imaginativa, por cantidad y variedad de ideas, de todo Ghibli.




Con guion de Miyazaki y basada en el manga de Aoi Hîragi, podemos enmarcar esta película en eso tan clásico del anime como es el romance adolescente. Pero lo que aquí se representa son palabras mayores del género. Una joven lectora empieza a descubrir que hay un chico que ha sacado todos los libros que elige en la biblioteca antes que ella. Su alma gemela literaria pronto se convertirá en su amor y también en su espejo vital. Será él quien le de los ánimos para perseguir su destino, su camino artístico. Las revelaciones del esfuerzo y la inventiva de la joven son tan maravillosos como los encuentros con su enamorado. Ambos se reúnen en un precioso taller, en lo alto de una colina donde se divisa toda la ciudad. Es allí donde aparecerá el gato que dará lugar a ‘Haru en el reino de los gatos’ y se nos regalará otra pequeña historia de amor, la del abuelo, que contiene en su escaso minuto de duración los motivos principales del estudio. ‘Susurros del corazón’ es una oda al amor puro y al destino, pero también a la imaginación, al trabajo y a la valentía que necesita un artista para perseguir su talento. El propio Miyazaki consideraba a Yoshifumi Kondo, director de animación de la mayoría de sus obras maestras, su sucesor natural, pero un aneurisma nos privó de su talento para siempre. ‘Susurros del corazón’, no obstante, es quizás la única película del estudio que mira, de igual a igual, a las grandes obras de los dos maestros.




La película más larga de Miyazaki es también su historia más densa y poblada. Cuenta la historia de un joven, al que maldice un demonio, que viajará a una zona en guerra entre humanos y naturaleza para salvar su vida. Más que nunca, Miyazaki afronta su vertiente más ecologista, reviviendo a los dioses del bosque de los mitos japoneses y mezclándolos con una de sus heroínas más carismáticas, la niña lobo que da nombre a la película. Pero no menos fascinante es la aldea de fabricantes del hierro, gobernada por un matriarcado de exprostitutas y con tecnología fabricada por leprosos. Todo es rico, imaginativo y sorprendente en el cuento de mayor contenido bélico y violento de Miyazaki. Pero si algo brilla sobre todo es la capacidad del japonés para reflejar la oscuridad del mundo manteniendo siempre la pasión por la vida. Así lo refleja una de las frases más conocidas de la película: “La vida es sufrimiento y dificultades, el mundo y el hombre están malditos, pero aun así insistimos en vivir”.



Takahata parecía despedirse de la primera línea creativa del estudio con la llegada del nuevo siglo. Todo cambiaría con ‘El cuento de la Princesa Kaguya’, su testamentaria obra maestra. 14 años antes, la despedida de Takahata era una de las producciones más singulares del estudio y de toda la historia del anime. Basada en el famoso maga de Hisaichi Ishii, la película de Takahata adapta con el estilo visual de las viñetas una colección de historias cotidianas sobre la familia protagonista. Con humor, melancolía y extremo detalle, la narración es una oda a la vida normal de cualquier persona de clase media, de las disputas matrimoniales por el mando a distancia o por hacer los recados de la casa. Aunque su carácter disperso y su estructura de microhistorias la hace, por fuerza, irregular, está llena de hallazgos y varios de los momentos más humanos de Ghibli.




La película más aclamada del Studio Ghibli y la única que se alzó con el Oscar a Mejor Largometraje de Animación. Algo, ciertamente, incomprensible visto su catálogo. Miyazaki se inspiró en ‘Alicia en el país de las maravillas’ para realizar la que, muy probablemente, sea su obra maestra. Sin embargo, aunque conozcas la obra de Carroll, el japonés se lleva a los personajes a su terreno, creando un balneario repleto de criaturas únicas, cada una más asombrosa que la anterior. La única pega de esta obra magistral es que te hace desear conocer más mitos y leyendas japonesas para captar todas las referencias. Pero ‘El viaje de Chihiro’, sobre todo, es un cuento sobre la codicia humana, la valentía que implica crecer y la valía de la libertad en un mundo opresor. Por el camino nos deja espíritus, dragones y personajes para soñar durante años.




Una de las leyes que hacen tan especial a Ghibli es su negativa a realizar continuaciones de sus películas, o convertirlas en sagas. Sus obras son grandes porque son únicas, empiezan y acaban diciendo todo lo que tenían que decir. No es difícil imaginar que si Ghibli fuese cualquier otro estudio de animación, ya estaríamos hablando de ‘Mi vecino Totoro 4’ o ‘El viaje de Chihiro 2, ahora la cerda es ella”. Esta película, sin embargo, es lo más parecido a una continuación. Podemos definirla como un spin-off de ‘Susurros del corazón’, ya que se repite un personaje de esta última. Haru es una joven que, al salvar a un gato de ser atropellado, se ve arrastrada al mundo de los felinos. Resulta que el gato al que salvó era su príncipe y, en forzado agradecimiento, la obligan a casarse con él. Su única esperanza es el barón, el elegante gato aristócrata que en ‘Susurros del corazón’ era solo una figura inerte, por mucho que motivase la imaginación de la protagonista. Aunque esta obra hará las delicias de todos los amantes de los gatos y de los más pequeños, se encuentra entre lo más prescindible del estudio.



Aunque lo más visible de la calidad de una animación son el detalle y belleza de los fondos, nada como fijarse en los personajes para valorarla. Si alguien duda de que Miyazaki es el gran animador de nuestro tiempo, puede descubrir su error fijándose en cualquier de los personajes que protagonizan esta difusa historia sobre maldiciones y malditos. Una de ellas es Sophie, una joven condenada a tener la apariencia de un anciana pero, en cuya expresividad, mirada, carácter y movimientos, se refleja su identidad juvenil. El otro es el propio castillo que da nombre a la cinta, todo un personaje convertido en una flotante isleta metálica cuya capacidad, no ya para moverse, sino para transformarse por completo, es un juego y una continua exhibición animada. Adaptación de la novela de Diana Wynne Jones, ‘El castillo ambulante’ es la película más típicamente mágica de Miyazaki. Una historia de magos, reinos, brujas y hechizos que romper.




El hijo de Hayao Miyazaki debutó como director tras resistirse durante años a seguir los pasos de su padre, al que tampoco le hacía mucha gracia tener a su hijo en la oficina. La sombra le debió pesar porque su ópera prima fue mucho más decepcionante que su labor posterior. ‘Cuentos de Terramar’ es un relato fantástico que adapta las novelas de Ursula K. Le Guin, donde abundan los reinos, las brujas, los magos y los dragones. Pero, mientras que el resto de Ghibli logra hechizar al espectador con la magia, aquí lo fantástico impone una distancia que confunde a un espectador que no llega nunca a entender el mundo de los protagonistas. Todos los elementos para impresionar están allí, una gran lucha final, dos protagonistas misteriosos y mucha fantasía. Sin embargo, todo parece estar desordenado, falto de ritmo y poco meditado. Elementos contrarios a la asombrosa fluidez narrativa con la que transcurren la mayoría de películas del estudio.




Como ‘Mi vecino Totoro’, ‘Ponyo en el acantilado’ nos vuelve a traer al Miyazaki más infantil. Pero que esto no suene negativo, como el clásico por excelencia del estudio, la historia de Sosuke y Ponyo es un recital de imaginación y aventura. Pocos cineastas en el mundo saben narrar con la sencillez, la capacidad de síntesis y limpieza del japonés. Aquí reinventa la sirenita, dejando poco más que dos niños jugando. Apartando a un lado los líos cursis entre príncipes y princesas, Miyazaki se centra en el verdadero corazón de la historia, la convivencia entre los dos mundos que separan a los protagonistas. Mientras que superan la distancia que los separa, ver a Ponyo correr sobre las olas a toda velocidad bien merece resucitar al niño que deberíamos seguir llevando dentro.




Puede que recuerdes ‘Los Borrowers’, esa película de 1997 protagonizada por John Goodman sobre gente diminuta que vivía oculta en las casas. Este guion de Miyazaki adapta la misma novela de Mary Norton pero con resultados bastante diferentes. Dirige Yonebayashi, el gran talento joven del estudio que, tras esta obra y ‘El recuerdo de Marnie’, ha fundado su propia productora, el Studio Ponoc. La diminuta Arrietty vuelve a ser ejemplo de la heroína miyazakiana, joven, valiente y con ganas de demostrar a todos sus habilidades. Sus fallos serán los que le permitirán crecer y madurar. Por el camino entablará una amistad imposible con un niño humano enfermo del corazón. Juntos, descubrirán motivos para seguir luchando por la vida, cueste lo que cueste. De paso, las diferentes escalas en que se mueven ambos dota a la película de una gran capacidad inventiva y visual para jugar con las formas y tamaños, convirtiendo cada viaje de la pequeña Arrietty por un simple mueble, en toda una odisea al ingenio diminuto.




Goro Miyazaki se desquitó del enorme peso de su apellido y su fallida ópera primera con este sutil relato de un Japón en pleno cierre de heridas. Sitúa a dos huérfanos, tras la Guerra de Corea, que se enamoran hasta descubrir que pueden estar emparentados. Con especial atención a la responsabilidad, el estudio, el paisaje marino y el amor por la familia, este romance adolescente tiene todo lo que amamos de las historias más realistas de Ghibli. Pero, sí por algo es una obra lograda es por conseguirlo equilibrando también el humor (todo lo relacionado con la casa de estudiantes) con una reflexión humana y profunda de la identidad japonesa: "No hay mañana para la gente que anhela el futuro y olvida el pasado". Como su padre en ‘Porco Rosso’ (por algo firma él el guion), ‘La colina de las amapolas’ guarda en los secretos desvelados de su final muchas más historias que las de sus protagonistas.




Si queda claro algo viendo la filmografía de Miyazaki es su gusto por volar, las máquinas voladoras, los aviones y los pilotos. Raro es cuando en una película suya faltan secuencias aéreas. Aunque ya sabemos que el maestro prepara otra película, en su día pretendió jubilarse con su homenaje más directo y realista al mundo de la aviación. La película es un imaginativo biopic de Jiro Horikoshi, el mítico diseñador de los aviones japoneses que acabaron siendo célebres por los kamikazes de Pearl Harbor. Pero Miyazaki, profundo pacifista, centra su historia en el amor por el diseño, alejando a las máquinas voladoras de la sombra de la guerra y siguiendo a su protagonista en su ambición, su desmesurado trabajo y su trágica historia de amor. Aunque podríamos hablar de la película más realista de Miyazaki, el animador no deja escapar la posibilidad de hacer volar nuestra imaginación creando unas maravillosas secuencias oníricas para el protagonista, un hombre humilde y honrado al que le cuesta bajar de las nubes, incluso para pasar más tiempo con su enferma amada.




Podríamos decir que Takahata se despidió arruinando al estudio con una película que costó la friolera de 49 millones de dólares y recaudó, solo en Japón, 22. Pero seríamos injustos y estúpidos, porque a nosotros el dinero ganado o perdido ni nos va ni nos viene. Lo cierto es que Takahata tardó ocho años en realizar una de las mejores películas de la historia de la animación. Gracias a esa ruina, además, tenemos la película de más bellas imágenes, de trazo tradicional, cambiante, hipnótico y furioso, de todo el estudio. ‘El cortador de bambú’ es un relato anónimo del siglo IX, considerado como una de las obras literarias más antiguas del país nipón. Takahta se aferra a esas raíces y le añade un poco del mejor Mizoguchi, para contar la historia de esta princesa criada por granjeros cuyo destino noble acaba oprimiéndola bajo la asfixia social. Takahata se despidió por todo lo alto con este desbordante drama que, de nuevo, aboga por la libertad y la vida natural y sencilla frente al encorsetamiento humano. Entendemos que si falla en conectar con el público es por su final, quizás demasiado mágico en comparación con el drama realista de casi toda la cinta.





Aunque Miyazaki ya ha anunciado su vuelta, esta obra de Yonebayashi (antes de independizarse con el Studio Ponoc y ‘Mary y la flor de la bruja’) es la última producción del mítico estudio. Y lo cierto es que era una despedida de altura. Definida valientemente como una película sobre la depresión infantil para niños, la película abraza la oscuridad de su protagonista, una huérfana torturada por el rencor y el abandono, con una luminosidad onírica que acaba siendo tremendamente emocional. La joven se encontrará en sueños con una luminosa chica rubia llamada Marnie, que habita una casa abandonada hace años. Lo que prosigue es un relato a medio camino entre la fantasía y el enfrentamiento de la protagonista con sus fantasmas. ‘El recuerdo de Marnie’ tiene el amor y el sentimiento de las mejores películas de Ghibli, sin olvidar su única factura visual, pero además guarda en su relato una gran enseñanza para todos esos, pequeños o no, que lo están pasando mal y no pueden expresar el por qué.




Desde el momento en que Studio Ghibli anunció que produciría su primer largometraje de animación por ordenador, los fans de esta factoría supieron que podía salir muy bien o muy mal. El resultado ha sido una propuesta del montón con ciertos guiños que recuerdan a sus predecesoras. Studio Ghibli nos tiene acostumbrados a títulos con relatos complejos y reflexivos, y con Earwig y la bruja ha dado un paso atrás y presenta una historia mucho más sencilla y humilde, sin grandes complicaciones y con el humor y la ternura como guías principales. De hecho, al principio y a causa de su animación, el film no parece ser del mismo estudio que obras como La princesa Mononoke o Mi vecino Totoro, pero una vez te acostumbras, esta se vuelve muy agradable a la vista y los detalles están muy bien cuidados. Aun así, mantiene muchos recursos típicos de producciones anteriores, como la personalidad de Earwig: decidida, independiente, positiva en actitud y sin querer recular en ningún momento. El uso de magia para cosas cotidianas o los momentos de limpieza son otros factores que también recuerdan a los largometrajes previos de Ghibli. Quitando estas alusiones, Earwig y la bruja es un título genérico, con una trama que se deja disfrutar durante su visualización, aunque se olvida con facilidad a los pocos días. No aporta nada nuevo al espectador más que un rato de entretenimiento, una buena banda sonora
y mucha magia.

 


 


'El chico y la garza' pasa a formar parte del legado inigualable del cineasta japonés (Hayao Miyazak), todo un referente del poder de la imaginación en la gran pantalla. Y no cometamos el absurdo error de entablar comparaciones sin demasiado sentido, cuando se trata de sumar a una lista que incluye títulos tan icónicos e indiscutibles como 'Mi vecino Totoro' (1988), 'La princesa Mononoke' (1997) o 'El viaje de Chihiro' (2001). Más allá del lugar que pueda ocupar en una de esas clasificaciones filmográficas que están tan de moda y que dan ganas de arrancarse los ojos, el nuevo trabajo del fundador del Studio Ghibli sigue regalando felicidad a su inagotable legión de fieles, y eso es lo que cuenta. Inspirada en una novela de Genzaburo Yoshino, la conmovedora y emocionante trama de 'El chico y la garza' gira alrededor de la muerte, del duelo infantil, y de la búsqueda de los recursos necesarios para encontrar consuelo y seguir adelante: Mahito, un niño de 12 años, perdió a su madre en un incendio, en plena Segunda Guerra Mundial. Una escena de apertura del film que apuesta por un realismo sorprendente, desde las ensordecedoras sirenas antiaéreas hasta el trágico resultado provocado por el fuego. Ya en su nueva vida lejos de Tokyo, con su padre casado de nuevo con la hermana de su fallecida esposa y esperando una nueva criatura, el protagonista descubrirá una torre abandonada y en ruinas escondida en la finca familiar.

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'Studio Ghibli', la fábrica de sueños japonesa (1984-2023)

 

 

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