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La música es como los pájaros

 

 

 

 

 

 

David Byrne muestra la imagen de un local donde tocó por primera vez varias de sus canciones. Resulta que las paredes irregulares de esta sala concedían un sonido especial. Las letras se entendían perfectamente y no había demasiado eco, esto último permitía que el ritmo quedase prácticamente intacto.

A partir de aquí, nos planteamos una serie de preguntas como, ¿se debe escribir cosas para escenarios concretos?, ¿tendría que tenerse en cuenta un lugar, un ambiente a la hora de escribir?.

La música africana, por ejemplo, no necesita de un escenario tapiado. Es el entorno, los instrumentos, los ritmos enmarañados, la forma de tocar y sentir la música lo que le confieren esa magia.

Tampoco es casualidad que en las catedrales góticas o las iglesias no se utilicen instrumentos. La mejor herramienta en este tipo de sitios es la voz, que gracias a la arquitectura se alarga sutilmente sin necesidad de un ritmo concreto.

Dicho esto, podemos preguntarnos, ¿Y dónde se compone para instrumentos?, lo ideal en este caso es una sala espaciosa, pero más pequeña que la anterior así se consiguen piezas complejas incluso adornadas sin que haya disonancias profundas.

Algo que me ha llamado mucho la atención es el poco respeto que el público ofrecía a los intérpretes, chillando, hablando, moviéndose, en fin, incordiando...

Es muy curioso que a partir de las repeticiones de algunas secciones de canciones de jazz (reiteración reclamada por los oyentes), naciera el hip hop, género que parece tan actual.

La invención de la radio y el micrófono fue el no va más. Aunque ahora nos parece tan simple y tan cotidiano, realmente estos hechos favorecieron a la aparición de varios géneros musicales. A parte de que muchos artistas como el mismísimo Frank Sinatra, pudieron por fin transmitir su chorro de voz, consiguiendo un efecto espectacular.

La música se fraccionó en dos tipos: música en vivo, y música grabada. Ya no tenían por qué ser iguales. Además una de las ventajas de la segunda es que con el paso del tiempo se ha ido perfeccionando tanto que pueden apreciarse cada uno de los sonidos, de los detalles y los matices, que actualmente se graban por separado de las formas vocales (si las hay en la canción), y se arreglan.

Volviendo a las preguntas anteriores, (¿se debe escribir cosas para escenarios concretos?, ¿tendría que tenerse en cuenta un lugar, un ambiente a la hora de escribir?), después de todo lo comentado la respuesta va emergiendo como de la nada. 

No es que se escriba algo pensando en los lugares en los que se va a interpretar de una forma voluntaria, sino que una parte de nosotros mismos intuye y se deja llevar por el entorno.

No es que se tenga en cuenta el ambiente a la hora de escribir, es que se trata del espacio que conocemos y por donde nos movemos, que nos atrae, nos atrapa y nos apasiona. 

Todo está en la alegría y las ganas que se pongan, la fuerza con la que se engendre cualquier cosa, así es como realmente transmitimos sueños.

Como los pájaros cuando emiten sonidos cortos, agudos y repetitivos en los follajes más desmesurados de los árboles para comunicarse. Evolución y adaptación en la misma sintonía.